La Raíz

La raíz es un órgano de las plantas superiores, casi siempre subterráneo, que desempeña varias funciones (especialmente en las dicotiledóneas y gimnospermas): absorber y conducir agua y minerales disueltos, acumular nutrientes y fijar la planta al suelo.

Se diferencia del tallo por su estructura, por el modo en que se forma y por la falta de apéndices, como yemas y hojas. La primera raíz de la planta, llamada radícula, se alarga cuando la semilla germina y forma la raíz primaria. En el caso de las monocotiledóneas esta raíz aborta, mientras que en el caso de las dicotiledóneas continúa su crecimiento. Las raíces que se ramifican a partir de la primaria se llaman secundarias. En muchas plantas, la raíz primaria se llama pivotante, es mucho más grande que las secundarias y alcanza mayor profundidad en el suelo. La remolacha o la zanahoria son ejemplos característicos de plantas con gruesas raíces pivotantes. Algunas especies con raíces de este tipo son difíciles de trasplantar, porque si se rompe la raíz primaria, se pierde casi todo el sistema radicular y la planta muere.

Las raíces que brotan de los tallos se llaman adventicias. Estas formaciones pueden verse cerca de la base del tallo del maíz. Cuando brotan de puntos más altos, las raíces adventicias se llaman aéreas, y ayudan a sujetar la planta, como se observa en el banano, el mangle y ciertas orquidáceas

Composición de la raíz

El crecimiento longitudinal de la raíz (crecimiento primario) se debe a las divisiones celulares que ocurren en el meristema apical, un tejido que se localiza, como su nombre lo indica, en la punta (ápice) de la raíz. Esa punta blanda está cubierta por una cofia o caliptra que la protege mientras penetra y va horadando el suelo (fig. 13.2).

Por detrás del meristema existe una región de elongación celular, después de la cual se observa una zona de diferenciación. Un corte transversal de la raíz muestra que está formada por tres tipos de tejido: 1) epidermis, o capa superficial; 2) tejido cortical o corteza; y 3) estela o cilindro vascular, situado en el centro. Algunas células de la epidermis se modifican para desempeñar la función de absorción; de ellas parten largas proyecciones tubulares llamadas pelos radiculares que se sujetan a las partículas del suelo.

El agua absorbida por los pelos radiculares atraviesa la corteza, zona dedicada al almacenamiento de agua y nutrientes y pasa por la células de la endodermis. Estas células tienen unas bandas llamadas bandas de Caspari (formadas por suberina), que obligan al agua a pasar únicamente

através de las células y no entre ellas. Por último, y antes de penetrar en el cilindro vascular, el agua atraviesa un grupo de células que forman el periciclo, para llegar finalmente al tallo (fig. 13.3).

 

La organización del cilindro vascular de la raíz es muy distinta de la disposición del tejido vascular del tallo. En éste, xilema y floema se agrupan en haces vasculares; por el contrario, la raíz tiene un núcleo central formado por bandas radiales de xilema que se extienden hacia la corteza externa entre las cuales se forman hileras de floema. En las raíces aéreas, el cilindro de xilema por lo general es macizo; en las raíces subterráneas, en cambio, suele tener una médula central.

En condiciones normales, el crecimiento de la raíz depende sobre todo de la gravedad y de la presencia de agua. La raíz tiende a crecer hacia abajo, salvo que el agua abunde más en la superficie del suelo. Además del crecimiento primario en longitud, concentrado en el ápice de la raíz, se produce un crecimiento secundario (cambium), que añade xilema o madera en el interior del cilindro radical y floema en el exterior (ver foto). Éste interviene en la formación de la corteza, que cubre las raíces viejas de la misma forma que los troncos; por ello, las raíces muy antiguas son en muchos casos casi iguales que los troncos más añosos.

En vista de que muchas plantas tienen la propiedad de formar raíces adventicias a partir de los extremos cortados de sus tallos, se los usa así (o en esquejes) como medio de multiplicación. Ciertas especies, como los sauces y los geranios, arraigan con mucha facilidad, mientras que otras, como las coníferas, casi nunca emiten raíces si no se someten a un tratamiento especial. En muchos casos, el arraigamiento de los esquejes se estimula aplicando unas sustancias llamadas hormonas radiculares, compuestos que las plantas sintetizan de forma natural para estimular la formación de raíces nuevas. Casi todos los preparados comerciales de este tipo contienen ácido indolacético, uno de los estimulantes más conocidos para la formación de raíces. En ocasiones, las raíces brotan de las hojas, como se observa en la violeta africana, que se multiplica sumergiendo en agua el borde cortado de una hoja. Las raíces de algunas plantas también emiten brotes; así, los tallos que se forman a distancias variables de la base del chopo negro brotan de las raíces del árbol.

Usos

Las raíces de muchas plantas son comestibles y contienen cantidades considerables de sustancias nutritivas, en particular almidón. Entre las de importancia agrícola se destacan el boniato (camote, batata), la remolacha azucarera, el nabo, la zanahoria, y la mandioca. Las formas cultivadas de estas especies tienen raíces mucho más gruesas que las silvestres, pues la constante selección realizada por los agricultores ha mejorado el tamaño, la textura, el valor nutritivo y el sabor.

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