Apoptosis


¿Porqué se suicidan las células?

El conocimiento completo de los mecanismos por los que determinadas células pueden programar su propia muerte y las implicaciones que estos procesos tienen en determinadas patologías, es fundamental para poder desarrollar las estrategias terapéuticas adecuadas que permitan avanzar en un campo, hoy todavía, por explorar.

 

La apoptosis es el proceso mediante el cual todas las células diferenciadas pueden programar su propia muerte a través de la activación de programas codificados genéticamente, colaborando al mantenimiento del número de células adecuado en muchos tejidos. Evidencias recientes sugieren que variaciones en la apoptosis pueden estar implicadas en diferentes patologías. Así, un aumento de la apoptosis puede contribuir al desarrollo de enfermedades neurodegenerativas como Parkinson o Alzheimer, mientras que su descenso puede contribuir al desarrollo de tumores.

El grado de disfunción mitocondrial y los niveles de ATP son cruciales para definir el modo de muerte celular, ya que intervienen en la activación de determinadas enzimas y la liberación del citocromo C de la mitocondria, paso inicial de la apoptosis. También es importante el papel del NO en la apoptosis, induciéndola o inhibiéndola, en función del tipo celular y de su estado metabólico, implicado en el mecanismo por el cual los linfocitos T o las células neuroblastoma se protegen frente a la apoptosis. La protección del NO está modulada por la generación de GMPc e incluye bloqueo de generación de ceramida y bloqueo de la liberación de calcio intracelular.

La inhibición de la apoptosis provocada por el NO actuando sobre determinadas enzimas del proceso apoptótico, puede contribuir , no sólo al desarrollo de determinados tumores, sino a otras patologías como aterosclerosis o alteraciones de la coagulación.

Es importante también la función del citoesqueleto, cuya integridad juega un papel importante como factor de desarrollo de la apoptosis, y en la que interviene la calpaína, enzima responsable de la rotura del citoesqueleto y determinados genes como P21-ras, que en estudios con toxinas bacterianas han demostrado que su activación o inactivación, provoca cambios en la estructura de actina del citoesqueleto, inhibiendo a induciendo el proceso de la apoptosis. Se han descubierto también dos nuevos genes de la familia TNF/NGFR; el GITR y el GILZ, que pueden actuar como inductores intracelulares de la apoptosis.

Se han realizado investigaciones sobre la función de determinados neurotransmisores en la modulación de la apoptosis. Así, parece que la adenosina puede estimular o inhibir el proceso dependiendo de los receptores implicados y de sus concentraciones y el glutamato, que mediado por determinadas proteinas como la MSH2 reparadora de ADN, también parece inducir el proceso.

Es muy importante la relación de la apoptosis con determinadas enfermedades neurodegenerativas. Así, algunos autores han implicado a la proteína beta amiloide del Alzheimer, que puede bloquear la acción de factores tróficos sobre las neuronas o potenciar la acción de factores neurotróficos inductores de apoptosis, al igual que las recientemente conocidas presenilinas 1 y 2, implicadas también en el Alzheimer y que pueden incrementar la sensibilidad a determinados estímulos apoptóticos.

Por tanto, parece clara la importancia de continuar esta vía de investigación, que puede permitir la obtención de sustancias con actividad antiapoptótica, que podrían ser eficaces en el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas crónicas o al menos en la prevención de su progresión. Parece aportar una línea de investigación los últimos hallazgos utilizando inhibidores de la calpaína, aunque es un campo por desarrollar y siempre teniendo en cuenta el efecto inductor del desarrollo de tumores que puede ocasionar la inhibición de la apoptosis, haciéndose necesaria una alta especificidad sobre el lugar de acción de la nuevas moléculas a desarrollar.

 

Abbracchio MP, Ongini E, Memo M. Disclosing apoptosis in the CNS. Trends in Pharmacological Sciences 1999;20:129-31.

  


 

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